SIGNOS
En un acto comunicativo los signos son el medio para transmitir la información. El signo, en la comunicación humana, se percibe a través de los sentidos. Los signos sustituyen a los objetos o conceptos de la realidad, a la que llamaremos referente. La información sobre el referente es posible porque ese signo evoca en la mente del receptor el mismo concepto o imagen que en la del emisor.
Estar todo el día en la carretera a veces te hace sentir tan tonto como esas gallinas a las que hipnotizan trazando con tiza una línea blanca en el suelo. Conduciendo durante todo el día no pareces mucho más listo que una gallina. Llegar a casa o a algún destino provisional resulta a veces tan desconcertante y, al mismo tiempo, tranquilizador como si salieras del trance letárgico inducido por las malas artes de un perverso hipnotizador. Es normal que en muchas ocasiones casi no recuerdes nada del trayecto.
En muy poco tiempo olvidamos casi todas nuestras acciones cotidianas. Sería abrumador recordar cada vez que hemos abierto una puerta, cada vez que hemos comido, cada vez que hemos ido a la compra, cada vez que nos hemos lavado la cara, las manos, los dientes… La memoria no soporta tantos gigas de información inútil y nuestro cerebro tiene un programa para protegernos de esa vorágine. Un día en la carretera es como otro día en la carretera que al mismo tiempo es como otro día en la carretera que es como otro día y otro y otro más. Aunque varíe la ruta. Después de casi veinte años subido en la cabina de ese camión, el paisaje ha llegado a ser para ti algo totalmente indiferente. Una sucesión de decorados que tarde o temprano vuelven a repetirse y que ni siquiera ves. De la misma forma que terminas por ignorar todos los elementos decorativos de la casa en la que vives. Solo llamaría nuestra atención en la decoración de nuestra casa algún elemento que inesperadamente hubiera cambiado. Solo registramos en nuestra memoria a largo plazo aquellos momentos que rompen la rutina.
El signo es el vehículo del significado, el soporte de una información con respecto a un mensaje determinado. La relación entre el signo y el objeto o la idea que evoca se muestra relativamente constante, aunque puede ser arbitraria.
Lo peor de la vida de camionero es la soledad. Demasiadas horas en la celda de aislamiento en la que se convierte la cabina del camión en los trayectos largos. Terminas pensando demasiado. Pensamientos malos muchas veces. Rayadas. A veces intentas imaginar qué estarán haciendo tus amigos y los imaginas tomando algo en el bar y tú piensas que estás allí con ellos compartiendo las rondas y participando en la conversación. También intentas imaginar qué es lo que hacen tu mujer y tus hijos. Y todo suele ir bien hasta que llegan los malos pensamientos y ves a tu mujer citándose con otro, que pasa a tu casa y come en tu mesa y juega con tus hijos y mea en tu baño y se folla a tu mujer en tu cama. Luego se te pasa. Paras en algún sitio, tomas un café, te lavas la cara y llamas a tu mujer para quedarte tranquilo. Después puedes continuar el viaje, aunque subes al camión pensando que se van a acabar los trayectos de largo recorrido y empiezas a pensar a quién podrías pedirle trabajo para no tener que volver a salir de España, incluso para no tener que volver a salir de un radio de cincuenta kilómetros alrededor de tu pueblo. Cuando regresas a casa no haces nada. Sabes que ahora mismo no te puedes plantear vivir con menos dinero del que ganas. La hipoteca de tu casa, las letras del coche y de los electrodomésticos, tus dos hijos pequeños, la lista de la compra que hace tu mujer y los caprichos que compraste con la tarjeta de crédito están hechos a la medida de la nómina que tienes ahora, incluso un poco por encima. No es tan fácil pensar en un cambio a corto plazo. Más adelante tal vez sea posible. Estás convencido de que llevar una vida más sedentaria sería mucho más barato. La carretera termina siendo un sitio caro. No se puede pasar tanto tiempo solo en la carretera sin darle algún gusto al cuerpo. Las putas terminan siendo una necesidad. No solo física sino también psicológica. Hay que salir del trance hipnótico de vez en cuando y buscar en los márgenes de la carretera –esa línea asfaltada que recorre el mundo como una baba de caracol interminable– alguna compensación a tanto fastidio.
Hubo una temporada que tomaste drogas para soportar los viajes. Todo empezó por el miedo a quedarte dormido. A pesar del control de los tacógrafos digitales y de las nuevas legislaciones que regulan las horas de conducción de los profesionales del transporte, el sueño sigue siendo el peor enemigo de un conductor. Ese momento en el que los párpados caen con un peso imparable y tu cabeza te hace creer que sigues conduciendo. O te sumerge en un sueño profundo en cuestión de segundos y te ves haciendo cualquier cosa que nada tiene que ver con manejar un volante para evitar que el tráiler que conduces termine volcado en una cuneta o despeñado en cualquier precipicio. Las paradas cada dos horas, los cafés y las Coca-Colas no eran suficientes para derrotar al sueño. Terminaste intentándolo con complejos vitamínicos hasta que un día se te ocurrió utilizar los restos de coca de una juerga de fin de semana. Ese fue el principio. Pensaste que no era mala idea llevar provisiones de cocaína por si te vencía el cansancio. Eso sí, te prometiste a ti mismo que no te meterías a no ser que fuera absolutamente necesario. Aquella tuvo que ser la peor temporada de tu vida al volante. Conducías totalmente desquiciado y los viajes se te hacían eternos. Parabas cada dos por tres para meterte una raya totalmente convencido de que si no lo hacías ibas a dormirte en cualquier momento. El desastre económico fue inminente. Con ese tipo de combustible salía demasiado caro viajar. Acosado por el agujero de tu tarjeta de crédito decidiste dejarlo. Y lo hiciste. Sin ayuda de nadie y en muy pocos días. Tú diseñaste tu propio plan de desintoxicación. Y lo hiciste por tu mujer y sobre todo por tus hijos. Ellos fueron los que te dieron la fuerza para dejarlo. Desde entonces siempre le dices a la gente que para dejar las adicciones solo hace falta tener una buena razón. Y no sueles dar más explicaciones. Nunca le contaste a nadie lo que pasó. Ni a tu mujer. Ella tuvo que notar algo raro, pero sabe que es mejor no preguntar según qué cosas. El del banco tampoco sospechó que esa fuera la razón por la que pediste un préstamo personal.
La información se transmite por medio de mensajes. Un mensaje es una sustancia que ha recibido cierta forma. Las palabras que emitimos los seres humanos adquieren la forma de vibraciones acústicas.
El camino a Portugal es de los más aburridos, sobre todo en el tramo en el que hay que atravesar Extremadura. Es deprimente. Siempre se repite el mismo rebaño de ovejas, las mismas vacas que van rumiando poco a poco el mismo cerro, las mismas polvorientas encinas. Para colmo tienes que hacer una entrega en un pueblo extremeño y vas a tener que salirte de la autovía para recorrer parte del trayecto por carreteras comarcales. Te va a tocar disfrutar un poco de la tierra de tus antepasados. Tu padre y toda su familia son de pura cepa extremeña, por lo menos hasta donde les llega la memoria. A ti no te gustaba ir al pueblo de tu padre cuando eras pequeño. En cuanto te hiciste mayor y ya no podían obligarte, dejaste de ir. Nunca entendiste por qué tu padre seguía volviendo allí todos los veranos. Se pasó toda su vida despotricando contra su pueblo y contra Extremadura entera. En tu casa, Extremadura significaba hambre y miseria. Tu padre siempre contaba que él volvió a nacer cuando llegó a Madrid y se puso a trabajar de taxista.
El signo es una estructura formada por dos partes indisociables: el significante y el significado. El significante es la parte material que percibimos por los sentidos. El significado es el concepto o idea que evoca la percepción del significante.
Pones la Cope. Te gusta la radio, pero solo a ratos. Si la llevas puesta todo el día, llega un momento en que se convierte en ruido de fondo y dejas de oírla. Un bucle repetido, como el paisaje. La Cope te gusta porque es la voz del pueblo. La voz del pueblo contra los poderosos, contra los políticos ladrones y corruptos. No es una radio servil como las otras. Los de la Cope no se callan ni les ríen las gracias a los rojos de mierda. En la Cope dicen las cosas como son, o al menos como tú piensas que son. Ahora mismo están con el tema de la Guerra Civil, que sería algo de lo que ya no se acordaría nadie si no fuera por los hijos de puta de los socialistas. Si por ellos fuera, empezaban la guerra otra vez. Perder una guerra no les enseñó nada porque hay gente que no aprende ni a fuerza de hostias. Un tertuliano dice que es lamentable que pierdan su tiempo en eso en lugar de preocuparse por los verdaderos problemas de los españoles. En eso malgastan el poco tiempo que dedican a calentar sus escaños en el Congreso. Habría que fusilar a todos los políticos que engañan a los españoles. Y eso no lo dicen en la radio, pero lo dices tú. Y con todo el derecho del mundo, que son tus impuestos los que pagan sus sueldos y las carreteras y las becas de los hijos de los demás y los pisos que regalan a los gitanos y a los inmigrantes y el subsidio de desempleo de todos los bribones que no quieren trabajar y el PER de todos los vagos de Andalucía, que vienen a ser la mayoría. Afortunadamente llegaste a un acuerdo con tu jefe para cobrar los extras en B y no tener que pagar tantos impuestos. ¿Para qué te vas a matar a trabajar? ¿Para dárselo todo a Hacienda? No me jodas.
El signo siempre es un algo material, aunque se refleje en el cerebro bajo una forma sensible inmaterial.
Viene un camión de frente y te da las largas. Hay signos inequívocos que todo el mundo sabe interpretar. Otros dependen de la situación. A veces dar las largas puede servir para avisar a otro conductor que viene en sentido contrario de que se ha olvidado de quitarlas y te está deslumbrando. Pero lo normal es que las largas sirvan para avisar de que hay algún control de la Guardia Civil. Esa ambivalencia no se da solo en el caso de las luces. Con el claxon pasa lo mismo. Significa muchas cosas. A veces se utiliza para saludar. O para que alguien a quien vas a recoger sepa que ya has llegado. Y es obvio que sirve para avisar de tu presencia a algún peatón despistado o a otro conductor. Los signos son curiosos. Muchas veces pueden confundirte. A mucha gente no le gusta la bandera de España y tú la llevas bien grande en tu camión. Porque eres español. Muchos comunistas de mierda, esos que apoyan a los independentistas y a los terroristas, reniegan de la bandera. Para ti tu bandera significa el orgullo de ser español. ¿Qué mierda significa para ellos? Cuando viajas a otros países tienes que tener cuidado con los signos. Algunos son distintos. Nosotros mandamos a tomar por culo con el dedo corazón. Los ingleses le añaden el índice. No te gustan los ingleses. Nunca has estado en Inglaterra ni quieres ir, pero no te gustan los pocos con los que te has topado. Y los has visto en el fútbol. Son basura. En lugar de dos dedos a ellos habría que meterles por el culo el puño entero.
Un código es un conjunto de signos y de reglas para combinarlos. Mediante el código, el emisor codifica la información en un determinado mensaje. El receptor descodifica ese mensaje. Para ello tiene que utilizar, como es obvio, el mismo código.
No te has equivocado. Era un control de la Guardia Civil, un dispositivo bastante contundente. Crees que te van a parar pero no lo hacen. Bajas un poco la velocidad al entrar en el tramo delimitado por el control y un guardia te indica que no pares, que sigas adelante. Es posible que no les interesen los camiones. Probablemente están buscando a algún delincuente que viaja en un turismo o en cualquier vehículo que no sea un tráiler. Quizá algún terrorista. Si tú fueras guardia civil le ahorrarías mucho dinero al Estado en la lucha antiterrorista. Ni juicios ni cárceles ni hostias. Al final terminamos pagando impuestos para mantener a esos indeseables. La Guardia Civil, si quisiera, lo tendría fácil. Bastaría con pegarles un tiro y colocar las pruebas para que pareciera que había sido en defensa propia. Solo habría que ponerles una pistola en la mano a los cadáveres y disparar con ella para que pareciera que ellos habían disparado primero. Así se solucionarían muchos problemas. Y con los inmigrantes que atracan bancos y chalés otro tanto. Muertos no volverían a hacerlo.
La señal es aquel signo que tiene por finalidad evocar, cambiar u originar una acción, siendo su aparición ocasional en relación con la acción prevista.
Llevas un coche pegado a tu culo desde que pasaste el control. No sabes por qué no te adelanta. La carretera está despejada y hay muchos tramos rectos, con visibilidad y línea discontinua. Miras por el retrovisor. Parece una tía. Le das al intermitente derecho para indicarle que tiene la carretera despejada, que te puede adelantar sin problema. Cinco minutos más tarde sigue sin intentarlo. Quizá no reconoce el signo. Será una tía que se acaba de sacar el carné. ¿Pensará la imbécil que lo que le quieres indicar es que vas a girar a la derecha? No, idiota, ¿no ves que aquí en esta llanura no hay nada? ¿Para qué iba entonces a torcer un tráiler a la derecha? Cuando un camión enciende el intermitente de la derecha en mitad de la carretera y sin reducir la velocidad está diciéndole al conductor de atrás que tiene la carretera despejada. Los camioneros saben que el camión puede quitar visibilidad al conductor e intentan ayudarle. No viene en el libro de la autoescuela, pero es una regla no escrita que todo el mundo conoce.
Los códigos son sistemas de equivalencias entre dos formas distintas. Suelen ser convencionales porque nacen de un acuerdo más o menos explícito entre los usuarios.
Ahora te acuerdas de una vez que casi provocas un accidente por un error al interpretar esta señal. Conducías un camión que transportaba materiales de construcción y fuiste a meterte en una gravera para llenar la caja. La gravera estaba en el lado derecho de la carretera e indicaste con el intermitente que ibas a girar. El conductor de atrás creyó que le decías que adelantara, que no venía nadie y se pasó al otro carril. No pudo ver al coche que venía de frente porque unos metros más adelante había un cambio de rasante. En el último momento, el conductor que te adelantaba se echó al arcén, el otro conductor invadió un poco el carril izquierdo con cuidado de no estamparse contra tu camión y milagrosamente evitaron la colisión frontal. El conductor que te había adelantado tenía que ser un subnormal. Había línea continua y la señal de prohibido adelantar estaba delante de sus narices. Además la gravera podía verse perfectamente desde la carretera. Merecía haberse dado una hostia por imprudente.
El contexto en el cual se percibe la información afecta al significado que el receptor obtiene de ella. No hay, por tanto, un significado correcto sino que existe solo una interpretación en la mente de la persona que descodifica el mensaje.
Por fin la chica que llevas detrás se atreve a adelantarte. Tarda una eternidad en hacerlo. Vas a noventa por hora, pero ella no va mucho más rápido. Estas son las conductoras que provocan accidentes. La Dirección General de Tráfico dice que las mujeres tienen menos accidentes, pero no contabiliza los que provocan. Muchas veces por un exceso de prudencia. Con un volante en la mano hay que ser resolutivo.
Sientes alivio cuando dejas de tener un coche pegado a tu culo. Te enciendes un cigarrillo y quitas la radio. Piensas en cuáles son los próximos restaurantes en los que podrías parar. No te has terminado el cigarrillo cuando te das cuenta de que vuelves a tener un coche detrás. Otro que no se atreve a adelantarte. Miras por el retrovisor. Esta vez es un tío. Otro inútil. Vas por una carretera desangelada, por la que apenas pasan coches. Hasta para un oligofrénico sería fácil adelantar. Das al intermitente de la derecha para indicarle que te pase. Otro que no conoce la señal. Cuando el día se pone tonto ya no hay quien lo arregle. Quitas el intermitente e intentas olvidarte del coche. Tú a lo tuyo. Pero no puedes porque te pone nervioso el idiota que tienes detrás y vuelves a darle al intermitente. No te entiende. Probablemente no te entiende. ¿De verdad puede pensar que lo que vas a hacer va a ser girar a la derecha? ¿Adónde? El mundo está lleno de gilipollas.
El contexto es el variado conjunto de circunstancias de la realidad que afectan al emisor y al receptor en el momento de emitir o interpretar el mensaje, y que pueden hacer variar su significación.
Media hora más tarde el coche sigue detrás de ti. La llanura te permite ver muchos kilómetros de carretera. Por delante y por detrás. A lo lejos, al frente, ves venir un coche. El retrovisor te deja ver al conductor que llevas pegado desde hace tanto tiempo. Lleva unas gafas enormes de pasta y una cara de idiota que le hace justicia. Detrás no viene nadie. De repente ves la jugada. Ves el tablero, las fichas de cada jugador, el siguiente movimiento. Un poco más adelante hay un cambio de rasante. Al acercarte dejas de ver el coche que habías visto venir a lo lejos. Pulsas el elevalunas eléctrico para bajar el cristal de tu ventanilla. Ahora que estás cerca del cambio de rasante es el momento. Antes de que la línea discontinua se vuelva continua y aparezca la señal de no adelantar. Vuelves a encender el intermitente derecho.
La redundancia es una información adicional para asegurarte de que el mensaje se recibe correctamente. Puede ayudar a que el emisor interprete el mensaje incluso en condiciones desfavorables. Muchas veces la redundancia puede ser la mera repetición de la misma información. Para ello se puede utilizar el mismo signo o recurrir a otro diferente de idéntico significado.
A continuación sacas el brazo por la ventanilla. Mueves tu mano de atrás adelante repetidas veces. Un signo inequívoco que invita a adelantar al coche que llevas al rebufo. El idiota con enormes gafas de pasta por fin lo pilla y se pasa al carril izquierdo. El desenlace se produce en muy pocos segundos. El coche que venía de frente aparece inesperadamente en lo alto de la cuesta y el otro no tiene tiempo para reaccionar. Tu camión le impide pasarse al carril de la derecha y es imposible reducir la velocidad lo suficiente antes de que el otro coche se le eche encima.
Escuchas la colisión justo cuando estás en lo alto de la cuesta. Ha sido un impacto brutal del que es imposible que queden supervivientes. Desde allí puedes ver que no viene ningún coche por detrás y que delante el camino está despejado. Tienes una sensación de vértigo. Es un subidón increíble. Va a ser difícil volver a vivir algo así. Mañana tienes que acordarte de echar un vistazo a la prensa. Probablemente habrá una historia extraña y misteriosa sobre un conductor suicida en tierras extremeñas.
Relato incluido en Segundas personas (Lengua de Trapo, 2016).