SE TE VA A PASAR EL ARROZ

Mira, estoy agotada, con un estrés que lo flipas. ¿Te quieres creer que es el primer café que me tomo con una amiga en varias semanas? ¿Qué digo semanas? En meses, ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que pude quedar con alguien. Antes me costaba encontrar un hueco, pero ahora, con esto de la pandemia, es que me resulta totalmente imposible. Con los niños en casa todo el santo día. […] Sí, ya, claro que pueden salir, pero es que a Diego lo han expulsado del instituto y además está castigado. Lo tengo que tener en casa a todas horas, refunfuñando, protestando, poniéndome de los nervios. Que se lo dije a su padre, que castigarlo iba a ser peor, porque a un adolescente no hay quien lo soporte todo el santo día en casa. Pero como si oyera llover, su padre, va y me lo castiga un mes entero. Un mes. […] Pues por la expulsión y porque lo pilló la policía haciendo botellón, a él y a todos sus amigos, y les pusieron una multa, vamos, que nos pusieron una multa a nosotros. Y eso ya ha sido la gota que ha colmado el vaso. […] No sé, le han expulsado por acumulación de partes. Le pillaron fumando en el recreo, se saltó la valla para hacer pellas, contestó mal a un profesor… un desastre. Si no digo yo que no se lo merezca, se merece eso y más, pero la que no se lo merece soy yo, que bastante tengo con tener que teletrabajar mientras me hago cargo de todas las tareas de la casa. De todas, que antes teníamos una rumana que nos limpiaba un par de días, pero ahora dice Pedro que con esto del covid mejor que no entre nadie en casa. Que sí, que yo lo entiendo, pero a la que le toca hacerlo todo es a mí. Por eso le dije a su padre que no castigara a Diego encerrándole en casa, que le quitara el móvil dos meses, por ejemplo, que eso también le iba a doler. Pero Pedro que no, que el niño se queda un mes entero sin salir. Claro, como luego él se tira todo el santo día fuera, lo mismo le da. Y yo ya no puedo más, porque Pedro no hace nada en casa, que no es que él no quiera, entiéndeme, es que no puede, desde que lo ascendieron trabaja como poco doce horas cada día, que el pobre sale de casa antes de las ocho y vuelve siempre a las mil, si yo lo entiendo, pero no puedo más: con la casa, las compras (que ya lo compro todo por Amazon), los niños, las tareas que les ponen, que al final me tengo que poner yo con ellos si quiero que hagan algo… Porque a Diego además le han mandado un montón de tareas por la expulsión y no quiero que luego vuelva al instituto con ellas sin hacer. Este hace todo lo posible por repetir todos los cursos y tengo que ser yo siempre la que le saque las castañas del fuego, que a él todo le resbala. Y Adriana, otra que tal baila. No nos había dado ni un problema hasta que llegó al instituto, que siempre lo comentábamos Pedro y yo: menos mal que no ha salido a su hermano, decíamos. Sin que nos oyeran ellos, claro. Y es que en primaria era una maravilla, la alumna ideal. Todo sobresalientes, un comportamiento excepcional, una joya, de verdad. Todo eran felicitaciones de sus profesores. Pero fue llegar al instituto y todo se empezó a torcer. Fíjate que ahora te diría que me tiene más preocupada que su hermano. […] Está en segundo, pero el curso pasado ya empezó a dar problemas. Aprobar aprueba, pero con unas notas muy bajas y un poco a trancas y barrancas. Yo no sé qué les pasa cuando llegan al instituto que parece que se vuelven tontos de repente. El otro día, no te lo vas a creer, se pegó con una compañera de clase. Me llamó la orientadora y me dijo que Adriana se había peleado con una compañera. Por lo visto la tiró de los pelos y todo. Adriana dice que empezó la otra, pero yo qué sé, ya no sé si creerla. Total, lo mismo da. Las expulsaron a las dos. Y también tuve que tenerla en casa un par de días, todo el día de morros y sin querer hacer nada. Y eso es lo que más me jode, tía, que son ellos los que hacen las cosas mal, pero luego se cabrean como si fuéramos los demás los culpables. No sabes lo que me jode eso. Mira, a veces la estrangularía, te lo juro. Para que hiciera las tareas, que no había manera, la quité el móvil y guardé bajo llave la Play, pero ni por esas. Dijo que no hacía las tareas y no las hizo. Pensé que no soportaría pasarse todo el día sin hacer nada y me equivoqué. Se tiró horas y horas tumbada en la cama mirando el techo. Al final la dejé por imposible porque al menos me dejaba trabajar, y yo tenía un montón de trabajo acumulado. Pedro dice que la tenemos que llevar a un psicólogo. Yo la pregunté a la orientadora, que también es psicóloga, y la dije que cómo podía ser que una niña que era tan buena hasta sexto de repente se hubiera transformado de aquella manera. Ella me dijo que son cosas de la pubertad, que es normal, que a muchos jóvenes les pasa. Y es que Adriana ya tiene el periodo, que no sé si tendrá algo que ver. No sé, yo también lo tuve muy pronto y no me dio por comportarme como la niña de El exorcista. Al final la llevaremos al psicólogo. A Diego a esa edad también lo tuvimos que llevar, que dijeron entonces que era TDH. Yo creo que Adriana no es TDH, pero, en fin, no sé, lo que diga su padre. Yo creo que está tan tonta por el novio ese que se ha echado. […] Como lo oyes, un novio con trece años. De ahí creo que vienen todos los problemas. La pelea, para empezar, fue  culpa suya. La orientadora dice que fue por celos, porque el novio de Adriana le dijo algo a la otra chica, o fue la otra chica la que le dijo algo a él, no sé, en fin, algo así, que todo esto lo sé porque me lo contó la orientadora, que Adriana no dice ni mu, como hablar con una pared. En fin, que así me paso la vida: discutiendo con estos e intentando que hagan algo. Y por las tardes, no te lo pierdas, me tienen de taxista, que todos los días tienen extraescolares. Tengo a los dos en inglés, y luego Adriana va a piano y Diego, a hapkido. […] Hapkido, yo qué sé, como el kárate, artes marciales de esas. Mira, es un fastidio que tengan tantas extraescolares, pero son unas horas que me libro de ellos y al menos me descansa la cabeza. Menos mal que soy free lance y me puedo organizar un poco a mi manera. Hay noches que trabajo hasta la una de la noche, con eso te lo digo todo. Porque, aunque no cojo muchos proyectos, al final siempre me acaba pillando el toro. […] ¿Pedro? Ya te he dicho. Suerte si llega a casa antes de las ocho. Las noches que no trabajo, mandamos a los niños a sus habitaciones y nos sentamos en el sofá un rato a ver algo de Netflix o Movistar, aunque yo casi siempre me duermo. […] Buf, tía, ya ni me acuerdo de la última vez que follamos. Qué triste. Mira, me río por no llorar, pero la verdad es que me parece algo como de otra época. Y, sinceramente, ahora mismo es la menor de mis preocupaciones. ¿Y vosotros qué tal? Que solo estamos hablando de mí. ¿Todo bien? ¿Cómo estáis vosotros? Ya lleváis casados… […]  ¿Ya han pasado dos años desde la boda? Joder, cómo pasa el tiempo. Pues me alegra que os vaya tan bien. Ya llevabais viviendo juntos muchos años. […] Si casarse no tiene por qué cambiar nada, es un trámite. Lo raro es que no os hayáis animado todavía a tener niños. […] Pues fíjate que yo pensé que os casabais porque estabais pensando dar el paso. Me dije: estos ya van a por el niño. […] Pues no sé, chica, yo creo que los niños son lo que dan sentido a una pareja. No te digo yo que no hayáis hecho bien en esperar un poco. A veces pienso que nosotros los tuvimos demasiado pronto y nos perdimos algunas cosas por tener tantas prisas. Pero no creo que sea buena idea tener los hijos tan mayores. No lo digo por ti, no te lo tomes a mal. Si ahora hay un montón de mujeres que tienen los hijos con tu edad. Si eso es así. Pero no esperes más, que, como te descuides, se te va a pasar el arroz. Y un matrimonio sin hijos es como un rosal sin rosas. ¿Quieres una copa? Yo me voy a tomar una copa, tía. Un chupito, necesito un chupito. En quince minutos tengo que salir pitando.

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